Luz es la palabra que puede definir en toda su extensión la pintura de esta artista que centra en la ciudad sus más altas aspiraciones expresivas. Obras que son insinuación levísima de luz, color desvelada por la transparencia, leve aguada sobre una base nítida sobre la que no caben errores y en la que el trazo espontáneo y vital se hace imprescindible.
Obra que parece encontrarse fuera del tiempo y del espacio, con una pureza y nitidez en el trazo que encanta, con una limpidez de colorido que resulta admirable, azules, violetas, hermosísimos verdes… fachadas, calles, esquinas, jardines… Sorprendente magia de la pintura de Concha. Como la magia de la leyenda, como la magia del verdadero jardín de las delicias, de esta ciudad mítica e inexplicable que es Granada.
Estoy enamorado de las acuarelas de Concha Osuna. Porque solo ella conoce que color están pintados mis sueños. Su dominio de la perspectiva es más propio de los maestros del renacimiento que de una pizpireta usuaria del Ipod. Solo su osada juventud se atreve a combinar la fuerza del color de Kandinsky con la precisión de los dibujos de Rafael Sanzio. Y todo ello resuelto de la destreza de su mano menuda ¡Menuda mano! Que no conoce titubeo ni duda alguna en la realización de su obra.
Por eso es grande su mérito, porque se convierte en fácil lo difícil.
Siempre he comparado al óleo con el cine, y a la acuarela con el teatro. Todos sabemos que los actores más famosos los da el cine, igual que los pintores mas afamados, lo son siempre por el óleo. Pero recordemos que tanto en el cine como en el óleo se puede repetir para rectificar los errores.
Y yo me pregunto ¿Puede el actor de teatro repetir? ¿Y el torero? ¿Ye l trapecista que salta sin red? Igual que todos ellos, el acuarelista no puede rectificar, por ello la acuarela hace artistas de verdad, auténticos. Tan auténticos como los colores de los que están pintados mis sueños.